Su boca, destellito titilante del mar,
Montículos de agua, me parecen sus pechos,
Amante señora buena, vienes a clamar,
La fuerza de un amor sin palabras ni hechos.
¡Cómo puede ser tan hostil tú belleza?
Pecaminosa vía de todos los infortunios del mundo,
Yo que efebo caballero soy, no me pesa
Ser amante de tu cuerpo solitario y meditabundo.
El frío esconde nuestros oscuros motivos,
Y en la hora entera de nuestra pasión desdeña
Cartas estampadas en las paredes como cultivos,
Reveladas mentiras, que dejarán alguna seña.
No huyas más, dile: este amor nació sin freno,
Y cuando su rostro palidezca ante tal afirmación,
Termina de cerrar la maleta y recógete el pelo,
Que yo te espero, con la misma ansia y pasión.