Un lejano augurio me dijo una vez, que me romperías el alma, los huesos, los labios, la mente, que romperías mi ser.
Un soplido me dio voz, un reflejo me dio cantidad, tu actitud feroz, me quitó la dignidad.
Y no entendí sino hasta después, que no es tu piel, ni tu amor, no fue la miel, de tus labios, no fue el olor, ni los candados, fue la decepción, lo que de ti me alejó.
Y en esta carta que nunca te llegará, quiero dejar constancia, que aunque no di la talla, fue la circunstancia, la que me llevó a que hoy extrañes mi fragancia.
Endryck de Jesús.