Así, mi silueta se desvanece,
como las espirales del tabaco,
no sé si el espejo se vuelve opaco
o es mi reflejo el que desaparece.
Aún cuando el dolor me consumía
y a su ardiente hierro era encadenada,
era preferible a no sentir nada,
nada más que esta indolencia vacía.
Vuelvan los gritos de pasión ardiente
vuelva a atormentarme la fiel locura
y vuelva la lágrima a fuego hirviente
pues cuando venga a buscarme la muerte
temo que desvele en esta impostura
un cuerpo vivo para un alma inerte.