Súbitamente perdí los ojos,
los dedos,
un labio cayó pesadamente sobre otro
entorpeciendo todo proyecto de beso,
toda prosperidad de palabra.
Empequeñecí.
Mi nombre endureció sus letras.
Se me encogió la humanidad,
hasta mi sangre bajó la vista.
Desde que no creo en vos
toda yo soy una piedra.