Me gustaría jugarle mi Felicidad a Dios.
A los penales, mano a mano. Y en la calle nomás: Un palo sería mi campera ovillada, el otro un bolso. Cinco cada uno, alternando. Poco tiempo le robaría (Él suele estar muy ocupado).
“Te va a ganar”, decían los agoreros que nunca faltan. “Él conoce antes a qué lado te vas a jugar y vos no sabrás nunca a qué palo te va a patear”, me gritaban entre risotadas.
”Ríanse, ustedes”, les dije. “Le juego a Él lo que más me importa porque, si tenemos que ser como niños, déjenme tener también esa inocencia de que es posible ganarle a Papá. De última, como buen Padre que es…seguramente
SE DEJE GANAR POR SU HIJO”.
Quizás la vida se trate de eso: se nos pasa y nunca nos detuvimos a jugar con Él.
Edu Fantini