Sin él no tendríamos estrellas ni galaxias,
sólo un gélido universo
al que siempre le faltara la semilla de la vida.
En aparente caos
avanza por caminos microscópicos
como potro salvaje que golpea
lo que interfiere su paso.
¿Quién puede afirmar entonces
que este fino arquitecto de la naturaleza,
fuera de su hábitat natural
no representa una esperanza para el mundo
o el más temido desastre apocalíptico?