La Luna me sonrió,
callada y complaciente,
parecía conocer mis rutinas,
somnolientas y oxidadas.
Guardaré pedazos de luz en tus pupilas,
Me dijo,
por si alguna vez te hicieran falta.
Y deambulando por la azotea,
con los ojos húmedos,
volví a buscar tu paradero
en medio de los destellos,
a mitad del firmamento.
Mis rodillas se doblaron,
Cuando no supe encontrarte,
La luna me dijo,
tocando mi rostro, con su luz,
“Detente, seré tu noche”,
“No volverás a estar solo”,
“No volverás a quebrarte”
La estrella que buscas cada noche,
en el cielo está,
déjala brillar,
brillar como el comienzo,
que desde hoy tendrás.
No habrá final.
Entonces empecé a ser,
A volver a la cama,
con ganas de dormir,
con la noche siempre luminosa
sin tenerme que quebrar,
recordándome que estabas ahí,
Y yo, por fin,
lúcido para seguir,
decidido a volver, a vivir.