¡Libertad!, rugió el león,
con su enorme poderío.
La leona le acompañó,
uniéndose a su rugido.
Bajo su vientre sus hijos,
maullaron al mismo son.
Y en silencio se quedó,
el universo perplejo,
al reconocer su grito.
Los ojos al infinito.
Y sondear los secretos,
que permanecen dormidos.
En su mirada de fiera,
de nobleza singular.
Vibra la Naturaleza.
Que se alberga en cada fibra,
de sus músculos de acero.
Ya la voz se multiplica,
repitiendo en cada eco,
su creciente intensidad.
Gargantas en carne viva.
Que gritando libertad,
van devorando la vida.
El trueno rompe el silencio,
alterando al más entero.
Y va dejando un reguero,
de afilados pensamientos.
El monstruo yace dormido,
cansado de su maldad.
Repone fuerzas soñando,
maneras de esclavizar.
En sus insaciables fauces,
quedan los hilos de sangre.
Muestras de la atrocidad,
de las almas que devora.
Y es tan grande su apetito,
que hasta soñando desgarra,
la frágil humanidad.
Hasta las aves cantoras,
gritan libertad en sus trinos.
Y vuelan desorientadas,
en este infinito circo.
Sus ojos cual carrusel,
buscan un lugar seguro,
para construir su hogar.
Deambulando sin cesar,
para construir su nido.
Y en tan cruel peregrinaje,
se diluye su destino.
Senda que marca el camino.
De encrucijadas repleta.
Tachonada de placeres,
y de traicioneras grietas.
Al fondo la libertad,
Que aunque parezca más cerca,
se retira sin parar,
de la complicada senda.
Permanente el desafío,
que nos obliga a afrontar.
Grita el Hombre libertad.
Que a la tierra sometido.
Va buscando otros caminos,
que agranden su humanidad.
A.L.
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