Mientras se intuye el amanecer, intento otra vez un verso.
El mar aún ronca un sueño profundo y los chimangos mezclan en el aire sus gritos en vertiginoso asedio.
El horizonte parece de sangre, y el sinuoso arroyo como una lengua de colibrí hacia la savia dulce, se mete silencioso en la playa.
La ruta costera como una cinta transportadora detenida, como abandonada, casi no se nota.
Pero apenas en instantes inevitables, ya la sangre se escurrirá en el cobalto, las aves se recogerán al silencio, la cinta transportadora movilizará pequeños ómnibus a escala. Y elevándose en una luna roja, la luz completará su propósito.
Ya distinguiré todos los colores y sus formas...
Buenos días Miramar, hoy me siento menos débil.