Toda la vida la he pasado
escribiendo versos casi perfectos.
Un día fui con mi gran amigo Equis
a casa del poeta Zeta,
tantas veces laureado.
Hombre sobrio y amable,
nos llenó con sus bondades.
Leyó varios de mis escritos
sin hacer comentarios.
Al despedirnos, preguntó:
¿Ha publicado alguna vez?
No, le respondí. Soy tímido.
Asintió con la cabeza
mientras íbamos a la puerta.
Los tres guardamos silencio.
Mi amigo se había ruborizado
y el poeta irradiaba
profunda tranquilidad.