Como el agua cristalina, que desaparece en el reposo, y se hace uno con el recipiente que lo acepta, generoso.
Así, mi piel, líquida, busca la sabiduría que revela el fuego de tu mágico esqueleto.
Como la tierra madre, que acoje por igual el barrido purificador del ciclón, pues le sigue el riego purificador de la lluvia.
Así, me golpean tus arrebatos de sangre, pues transpiran deshechos del ego más oscuro.
Es pura contemplación.
Hoy, sólo inhalar; hoy, sólo exhalar.
Hoy, sólo dar; hoy, sólo recibir.
(miguel puigcorbé)