Ya no tengo su calor,
ni la pasión de los besos,
es un castigo que pago,
por besar labios ajenos.
Fueron estas tentaciones,
de los gustos pasajeros
las que pronto me llevaron,
a morder, el rojo anzuelo,
que me llenaron un rato,
y quedé con un recuerdo,
que castigó el corazón,
por tan doloroso entuerto.
Y cuando añoro sus ojos,
tiernos, color caramelo;
llega a mi alma temblorosa,
los más trepidantes miedos,
porque estoy encadenado,
a un olvidado destierro,
donde con la soledad,
siento que de angustia, muero.
Cuando me quedo dormido,
su risa llega a mis sueños,
iluminando el instante,
se apaga, cuando despierto,
me siento desesperado,
para mí pena, un divieso,
que me causa gran dolor,
y sin derecho... los celos.
Cuando escucho la canción,
de los íntimos momentos,
que disfrutábamos siempre,
como previa al desenfreno,
se motivan mis sentidos,
y las lágrimas contengo.
¡Son pensamientos aciagos,
que ya no tienen remedio!
“No existe pluma que escriba
prosa, aunque venga del cielo,
que disculpe una traición,
hecha a un corazón sincero”