Días como toros embistiendo mi costado
galopando semanas absurdas sin piedad
atropellando el mes de mi nacimiento
en un intento por oxidar la incertidumbre.
¿A qué se debe esa estampida de estatuas?
Heme aquí atropellado por estatuas y toros,
por siluetas, luego por espinas y por una mirada.
Dulcemente muerto en suelo del falso tiempo.
Pero tan vivo que mis huesos se vuelven diamante
mi sangre es una estrella incandescente que abraza
mi muerte y me regresa una y otra vez a la vida.
Me levanto, nunca fuí escombro ni ruina olvidada,
acaricio la trompeta del viento con solitaria música,
de guitarras azules sonando una voz aún lejana
que en mi pecho resuena cual magia inevitable,
como el llamado de la piedra a la arena
como la ola cuando rompe, llega al infinito y no vuelve,
voz instintiva, sonido inexplorado, mítico.
De ti me hablaron los sueños que nunca tuve,
¿Será que llamas, o será la inmensidad que
trae a mis oídos tales presagios?
Mirando el silencio con ojos de ausencia,
me siento al lado de mis delirios incomprendidos,
los arrullo con fragmentos de aquella voz inmortal,
y me dispongo a llevarlos hasta que nos cansemos juntos.
De cansancio, de silencio, de tragedia, de fantasmas.
De no encontrarte…