La historia de una noche.
Se han escrito historias tan bellas como la nuestra, pero ésta es una joya y es única en su belleza.
No es, quizás, la primera y tampoco será la última: es una historia muy bella, es una historia muy única.
Única... única fue la tarde de aquel encuentro en un beso, de aquellas miradas suaves y aquellas manos ardiendo.
Por cada beso, tu cuerpo... tu cuerpo de flor en flor y todo lo que en secreto me diste al caer el sol.
Con algo de tu perfume, me fui aromando la noche: un par de astros y nubes camino hacia el horizonte.
A cada paso, tus huellas me hacían soñar de nuevo, en eso que no se espera y graba como un recuerdo.
Y yéndonos por la sombra de aquella noche divina, llegamos hasta una alcoba, entonces desconocida.
Se vio desnuda la noche, la luna con las estrellas, y todo lo que responde a tanto amor que te llena.
Mis besos fueron tus labios, mis labios fueron tu cuerpo, y todo se fue quemando corriendo por el silencio.
Así pasaron las horas... las horas de amor y fuego, y todo lo que se nombra anclados por el deseo.
Se vio la bella mañana de dos amantes silentes, la más enorme palabra de aquel amor que se prende.
Y nadie supo lo nuestro y nadie sabrá jamás, que aquella noche de besos ni corta fue ni fugaz.
Si tú eras casada o no, o si eras mi prima aun, será secreto de dos llevado hasta el ataúd.
Lo vimos en la mañana -el sol abrazaba el cielo-, en una sola mirada estaba el amor eterno.
A Claudia Jara.