Cuando Zeus y Hera
pasaron su luna de miel en Samos
no estaban preparados para mi nacimiento.
Mucho más tarde, Mario y Gabriela
pasaron la suya en El Bosque,
hacienda a orillas de El Barroso,
municipio de Salgar.
Allí engendraron a Verano,
poeta que recoge en su redoma
la leche de la diosa,
disparada al cielo, según los griegos,
tras el abrazo del ardiente esposo
en la noche nupcial.
Explicaban aquella luz difusa
prendida en el espacio
como el chorro del divino seno,
bautizándola alegres desde entonces
con el cálido nombre de Vía Láctea.