I
Las doncellas ya no escuchan al poeta
de pena muere la rosa en el rosal
y desprende una lágrima de cristal
que se pierde en una oscura silueta.
Ya no escuchan el canto del mar
no miran de las estrellas su brillar,
se refugian en la pasión sublunar
se les olvida o tiene miedo a amar;
dejaron de cantar bajo la luna
letras que su alma etérea cantaba,
irradiaba luz en la noche bruna,
¡Oh dríada, tu ser blanco figuraba
las artes poéticas como ninguna!
danzabas y el tiempo su paso adiaba.
II
Paisaje lúgubre lleno de abrojos
ya no adornan con un laurel su frente,
su misticismo muere lentamente
como una lánguida llama en sus ojos,
las palabras que circundan su boca
hiel amarga, envilecen tu besos,
arden con intensidad vanos deseos
lascivia su piel la pasión invoca.
Desfallecen versos entristecidos
se apagan como cirios consumidos
por la indiferencia, adormecidos;
aquel sueño eterno facineroso
cubre con su velo ruin y alevoso,
algún día brotara un lirio glorioso.
III
Que enternecerá tu yerta y triste alma
y los nubarrones se disiparan,
las grandes cadenas se romperán
a tu mar bravío llegara la calma;
de la nada un viento inefable
traerá consigo lluvia primaveral,
un pretricor emanara tu arenal
evocara una esencia impalpable
palpitar sereno y acendrado
conjugara los versos que has callado,
en las noches de insomnio que has llorado;
en tu corazón como golondrina
verás una silueta que camina
y cansada quedara en ti dormida.