Sincronía
Los silencios entre amantes no son largos ni cortos.
Es raro, pero, sólo son dulces o agrios.
Los silencios son las rebanadas de suspiros que nos dan de comer, en el reino esponjoso de los labios.
O los podridos gusanos que roen y escarban desde la nuca hasta las tripas, y no se pueden detener.
Es en el ritual del afónico estar en medio de tu aliento mudo; que se desnuda el alma y con los ojos llenos de sentimientos se abre en canal tu diáfana silueta.
Pero el silencio es frágil, muy frágil, debemos buscar un momento perfecto: orilla de cristal, donde lo pondremos a reposar antes del final.
Lentamente va muriendo al ser interrumpido el mutismo sagrado de las seis de la tarde en tierno verano, con el frotar de hoja contra hoja y contra viento.
O en un páramo habitado por dos, desnudos, ansiosos, trazando con saliva los caminos del placer y al mismo tiempo desollando sin querer la piel del silencio que de perfume se satura, con el rose de cuerpo contra cuerpo.
Y contra la piedra el espejo.
Y contra mi lagrima el concreto.
Y yo sigo extrañando el silencio entre miradas y besos muy lindos y lentos.
Por eso confesemos que hasta en los silencios, los amantes se ponen de acuerdo.