Había una vez una tumba fría y solitaria. Y en el otro extremo de la tumba, había otra tumba. Y los domingos era que ellas entristecen, cuando venía gente y las pisaban e iba y venían. Cuando llegaba el lunes ellas gozaban. Una tumba le pregunta a la otra tumba:
-“Oye, ¿por qué siempre quedamos así, los lunes aplastadas…?”-,
Y la otra tumba le responde:
-“Por que la gente nos pisa los domingos…”-,
Y la tumba le dice:
-“Por que no nos ven, morimos desde hace mucho tiempo…”-,
Y la otra tumba le dice:
-“¿Desde cuándo…?”-,
Y la tumba responde:
-“Desde lo que dice ahí en la lápida…”-,
Y la otra tumba le dice:
-“¿Y, ése es tu nombre, verdad…?”-,
Y la tumba le dice:
-“Sí, me llamo Domingo…”-,
Y la otra tumba le dice:
-“Con razón amanecemos así los lunes aplastadas aquí, debe de ser tu mujer que te mandó a pisar en el suelo, ellas son así traicioneras…”-,
Y la tumba le dice:
-“¿Y cómo tú te llamas…?”-,
Y la otra tumba responde:
-“Yo me llamo Rigoberto…”-,
Y la tumba le dice:
-“Con razón si tú eras su amante el que mande yo a matar, por eso nos pisa a los dos…”-,
Y la otra tumba le dice:
-“A tí, porque te llamas Domingo…”-,
Y la tumba responde:
-“Y a tí, por ser su amante…”-,
Y la otra tumba le dice:
-“A tí, que eras su marido y un Domingo no se le niega a nadie nunca, por eso siempre te pisoteaba y se buscó un amante como yo...”-,
Y la tumba le dice:
-“Ah, si tú eres Rigoberto, (el que se fue y no ha vuelto), con razón te pisa…”-,
Y la otra tumba le responde:
-“Yo no me ido nunca…”-,
Y la tumba le dice:
-“Y, ¿dónde estás, amigo…?”-,