Tuve miedo del tiempo que pasaba, inexorable,
y al vacío de tu voz y tus palabras.
Tuve miedo a quedarme dormido
en los sueños infantiles
y despertar hallándome en la nada.
Tuve miedo a naufragar, en el viaje de la vida,
y encontrarme navegando entre recuerdos.
Tuve miedo a la soledad del otoño,
y a que floreciera la nostalgia de la infancia
ya perdida.
Tuve miedo de pedir al cometa
aquel deseo que mi pecho exigía,
y me quedé mirando las sombras de la noche.
Tuve miedo de perderte y te dejé partir
para que el miedo se hiciera realidad.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/09/18