Nosotros, mi querido Olafo,
nietos del Sol y de un pasado inmenso,
unidos por la magia del humor,
la inocencia y la ternura,
lloramos ahora que tu padre partió
cuando menos esperábamos su viaje
al reino de la sombra... o de la luz.
Que sus hijos de sangre continúen
con idéntica bondad
tus constantes y graciosos desafueros.
Que sigan esparciendo como él
sobre mis falsos o dudosos versos
el mismo delicado polvillo de alegría.
Jamás olvidaremos sus presentes
ofrecidos a través de tus conquistas.
Y quiera Odín que Fuso,
más inspirado que todos los escaldos,
poetice su partida y nuestra orfandad sin límites.
Que Cuak con sus graznidos
desordene la paz de los contornos
mientras tú y yo, querido hermano,
denegamos la tregua a los que intenten
arrojar su testamento
al cauce sin memoria del tenebroso río.