Ya nada queda por adivinar
en los suspiros del viento
o del sol abatido por el sueño,
la lluvia ha enfriado tu mirada
y el corazón detuvo tus rezos.
Ahora la memoria amada,
permanece muda y sin tiempo
asomada a la ventana del cielo
donde se respira el aroma de tu cuerpo
donde la tierra gurda mi duelo.
Pero..., en cada parpadeo
nace mi ilusión con nuevos bríos
y la herida, lenta cicatriza
ante el ocaso de los días;
donde la mente descubre palabras
que el corazón nunca dijo.
Mas, ahora hablan como empujadas
por lo sentimientos...
Sentimientos vivos como ríos
que te sostienen en cada respiro,
en cada silencio, en cada movimiento.
Porque comprendí que soy retoño
que alcanza el horizonte
entonando tu mismo trino.