Su prosa no su verso
de tiempos hace tiempo superados,
mostró la imaginación desbordante
y desbordada
de los cálidos pueblos del Caribe.
Naufragios, coroneles, soledades,
brillantes lepidópteros, otoños,
hechizos funerarios
adornaron mis sueños juveniles
de estar cerca del mar,
de oler sus sales,
de ver revoloteando las gaviotas
tan lejos de las cumbres de los Andes.
Por él comprendí perfectamente
por qué sobre los picos de los montes
no se agitan los ágiles veleros
que llegan y se van sin dejar huella
como grandes mariposas de los puertos.