hay árboles que no se sabe
el jabalí las copas
altas y florecidas
para beberlas sin mirar
nidos de garzas
sentir las hélices frágiles
que despeinan el bronce de los hombros
el parque diurno
que madruga la noche
que huele a río y a cedro
la efigie oscura
prisionera del estanque
el majestuoso ceibo los transeúntes
que ya no tienen rostro
admirando bronces hélices y colmillos
porque todo lo adivino
mientras me besas tú