Cuando el lodo de la culpa
me cubría,
busqué un agujero para escapar.
Viajé a través del tiempo;
jugué con los conceptos equivocados;
pude comprender mi presente.
Siempre llegué tarde
a la felicidad.
Abandoné
esa obra de teatro
del colectivo absurdo.
Desheché
mis máscaras,
mi papel.
La existencia
es calma y tempestad;
es remar,
al sentir que te hundes;
es vestirse de paciencia,
al aparecer la prisa;
es saber llegar,
nada consigues con la rapidez.
Me oculté,
allá afuera
el mundo seguía al revés.
Todos hablan,
disfrazan cuidadosamente la verdad.
Tomé mi carga.
Ven mujer,
me queda espacio para ti.
Mi vida
dejó de transcurrir
llena de nada.
Una leve luz,
me alertó.
Dios no se había olvidado de mí.
Ahora,
disfruto el camino
hasta la parada final.
Dejo de jugar
con la verdad y el engaño,
con la realidad y la ficción.
El hogar,
no es un escondite,
es una razón para existir.
Con ternura
rompo tu cáscara
y brota tu amor.
Dios,
hace legítima nuestra unión.