A mi madre, en la cama, mojando la lluvia
Como todos los seres simples
era humana.
Samaritana de todos los cuerpos.
Mi madre
era un pulmón muy grande
un regreso constante
y-siempre-
una charla pendiente.
Modelo sin igual de fortaleza
-me dio la vida varias veces y
me hizo resucitar-
No era de la palabra,
sino de alma y carne,
y su sangre
brisa cotidiana.
Como dijo Vallejos:
\"un tiempo tuvo dos corazones\",
y me llevó a mí
-inevitablemente-
en su candorosa horma.
La primera
que vieron sus dolores.
Ella
me abismaba
en sus ocupaciones
y me tenía de plantón
reclamándome
por el descanso imperativo
cuándo vas a descansar.
Un día
decidió sin entender
absorber mis propios fantasmas
la invalidez de mi voz
y llenó sus páginas en blanco
a paso invisible.
Por eso, entiendo
cuándo
una
debe
detenerse.
No aceptar.
No ceder
Cada célula
de la luz primigenia
ante cualquier atajo.
Que seas madre
que seas
en el templo etérico
más dulce
quien me espere
para darnos la mano.
En este mundo
simple, has sido
el milagro
el antiguo pueblo
que heredamos
o acaso todo el universo,
o ambos.
Sandra López Paz
Reescrito de un Poema
del año 2013
del libro RESPIRAR EL POEMA, Americania Ed., 2018.