Que aquel cristal rasgado
no es más frágil
que una mística rosa
que devana sigilosa
sus pétalos
en tu viejo albergue.
Tus pasos vacilantes
y errantes
por el inmenso Mundo,
son el tenue y voraz aroma
que se anida, sensible
en cada alegría
o desdicha
que con tus versos
provocas.
No cubras tu Sol,
aunque fuera de tu Ser
tus temibles Sombras
te acechen.
Las vendas de suciedad grises
acosan tu Fortín,
(aunque lo hayas blindado).
Ya es tarde,
en esta tarde somnolienta
del octubre que se muere
pero espero
la llamada de un amigo.
Hay un orden secreto
que se entreteje letárgico
y trágico,
en el gobierno del Planeta,
y en tus sueños y vigilias.
Mis ojos ya te divisan.
Y sin excusas entreveo
la primera metáfora
de aquel arroyo y
aquel tumultuoso río,
donde desnudas y enjuagas
tu alma con perdones,
y almíbares tan dulces,
que no cantan adioses
con premura
ni siquiera se hacen en
el anverso de la Nada.
La negrura de la rosa
que no deshechas
ya se desborda
de luces cenicientas
en este nuevo ocaso
que se desborda…
(pero no hay huella alguna
de su Sombra).