Jordan Sanchez

Mujer

Mujer-temblor,
altivo ser, sueño creciente.

En tu soledad formo una fila,
soledad invisible, antinatural,
soledad de nadie, de nada,
soledad sonora, soledad de cal,
soledad moribunda.

Sosiego de la oleada de tu risa:
prófuga oscuridad que de ti escapa
y que a la tristeza  vuelve
fuera de tu sonrisa protectora,
a ti están yendo mis ojos como fieras,
con sus garras de árbol milenario
con sus fauces de lágrima alegre
con sus ojos debajo de los ojos,
con sus oídos de gato quieto.
A ti están yendo mis ojos,
amueblados por la silueta de tu alma,
pintados por el color de tu piel,
mis pupilas se inundan de tu cuerpo
como se inunda el espacio de estrellas
inmensas, como esta fuerza que impulsa
cada oración nacida del pecho mortal.

Estoy entre tu existencia
como viajero atónito,
pasmado de tus miradas,
asombro de niño que nunca crece.

Estoy entre tu existencia
como un silencio simpático
en ese espacio imaginario
donde tu voz se hace mi nombre
y se adueña de mis oídos,
pronunciándose vez tras vez
sobre mi tímpano, campana de tu voz.

Estoy entre tu existencia,
entidad inexplicable,
derrumbas
el origen de lo vivido,
tu civilización
es la madre secreta
donde los sueños
se elevan por si solos,
tu pueblo es la gente
que a la muerte no teme
tus ejércitos son piadosos,
poderosos jinetes de tu vida,
tu ley decima la injusticia,
implacable tu balanza de armonía,
antes de ti efímero el universo.

Encumbras  tu mirada
como un rascacielos.
Llueves en lo alto de mi cabeza,
me embistes a goterones
para caer como un relámpago
sobre mi suerte discreta,
adueñándote, eléctrica dama,
de mis latidos, de mi consciencia,
la que poseo, la que tenía,
la que no tengo.

Mujer-creadora,
dadora de aquella risa
inconfundible
como un reflejo primigenio,
de esos ojos que parecen
vidrios marinos,
de esa reacción,
espasmo irrepetible.
Inocentemente bella,
inocentemente tú misma.