Tú
cada noche mueres,
mi vientre te da el sepulcro
en cada par de manos que me toman,
en cada aliento que no es de vida, que no es fecundo.
Mi entraña ligera, mi pecho no lleno,
mi vida por ahora infértil,
vacía de ti.
Pero
no has de llegar,
tienes que seguir muriendo,
en este momento, no está tu momento.
No te he visto en ningún rostro, urdirte no puedo.
Estás condenado a perecer en estas horas,
mi cuerpo, aún no es tu cuerpo,
no me odies por eso.
Yo
créeme, te quiero.
Así, descuida corazón mío
que seguiré buscándote, y hallaré
en éste o aquél, tu cara, mi sonrisa, tu cuerpo.
¿Quién será él? ¿a quién amaremos?
Sigue muriendo, hasta que llegue
él, hasta que llegues
tú.