Anoche pensaba en ti,
trataba de conciliar las dudas
entre las horas perdidas
y un febrero que se escapaba
del invierno.
Hurgué en los recuerdos
que como un rompecabezas
se hacían íntimos en los lóbulos
de mi mente.
Y busqué entre las anaranjadas viñetas
de mis pensamientos tu adictiva figura.
Procuraba una palabra que me dijera algo,
me hablara de unos labios ausentes,
lejos de los escombros de la noche.
Y no llegabas... huías como una huella irreconciliable
en la inequívoca muerte de una hoguera.
Parecía que la madrugada
era indiferente en su manto
de luces y sombras.
Y fui en busca de tu ausencia
entre las nieblas acorraladas
de un fugaz rezo.
Solo quedaba aquel, nuestro libro,
lleno de páginas arrancadas
en el adúltero desprecio de un olvido.
Entonces, esperé el alba
con su cántico de brillo y rocío,
en un oblicuo sesgo de la indiferencia
y cerré nuestro capítulo para siempre.