TRINIDAD PINAZO

INOCENCIA GANADA

 

Hoy la jornada amaneció fructífera.
Germinaron abrazos de tan fértil semilla
que, antes de madurar, ya perfumaba el alba
fragancia sabrosa, fraternidad florida
que, con afán y sin tardar, vendría.

Fue la mañana brotando entre risas,
desayuno de amor,
salpicaduras de sol retozando en las olas,
miedo del mar y hambre del mar,
espesa y húmeda savia del mar,
vivificando edades sin edad.

Al mediodía corrimos a volar,
ansias y cometa,
y nos trajo la brisa almuerzo singular
de arco iris flotando, infantil levedad,
libertad hecha trapo de inocente bondad
sobre tostados hombros recién,
recién quemados y cubiertos de sal.

Y al dibujarse la tarde,
cuando regresamos,
cargadas la pupilas de felicidad,
tan repletos los brazos de jugosa ambrosía
como ramas arqueadas de dicha,
en mi ebriedad,
ya supe que estaba agradecida.

Así, ahora que irrumpe la velada,
le cuento a la sutil mirada de la luna
que estas horas pasadas no estuvieron tan mal.
Y mientras vuelvo, lentamente, a la rutina,
me consuela añorar la extraña, la intensa generosidad que me trajo este día.