A Roberto (Robinson) Gómez
Va por los caminos,
va por las ciudades
con su canto jocundo
embrujando corazones.
Su pan es dulce,
su casa toda la Tierra
y su abrigo el firmamento.
Desde el profundo abismo
se remonta al cielo,
con su estela de canciones
como perlas prendidas
en el alma de los transeúntes.
El juglar no tiene ley;
es su propio dios.
La corte de ángeles que danzan
sobre su guitarra,
son los heraldos de la poesía.
Su acento altivo
como el viento que azota las llanuras,
tiene el ritmo de la ola en el océano,
la calidez del beso enamorado
y el timbre rebelde de la libertad.