Con plena seguridad te alumbra una buena estrella:
Fuiste engendrada por uno de los pocos letrados
que pisaron esta tierra
después de remontar las novedosas aguas
del Río Grande de la Magdalena
y coronar el encumbrado Valle de los Alcázares.
Numerosos avatares sufridos posteriormente,
como es común a las obras perdurables,
no han mellado tu carisma ni tu presencia de ánimo.
En tiempos de la Conquista y la Colonia,
igual que en los de vida republicana,
venciste a ineptos de todos los calibres
y a políticos de dura dentellada
que quisieron dañarte en distintas ocasiones.
Ni Sámano y Morillo pudieron doblegarte.
Apuntalas el cielo con tus pechos
demostrando en esa forma tu fuerza inagotable
a los áulicos vigías de tantos años violentos.
Alimentas como una joven nodriza,
la virgen que hace mucho te espera en Guadalupe
y al milagroso Señor de Monserrate.
Por algo el precursor de la unión americana,
prefirió para sus sueños tus frescos alrededores,
sellando en tu planicie sus amores con Manuela.
Que se abran para mí todas tus puertas
como una vez lo hicieron para el Libertador.
No rechaces al poeta que canta en tono arcaico
las herrumbrosas hazañas de tu historia.
Hoy tus calles tienen hambre y sed de mí
como yo de tus encantos nauseabundos.