Hay dos extremos: la dureza y la fragilidad.
Y en el medio como siempre hay un abanico de matices que se extiende y se balancea. Se abre y se cierra.
Que cabalga de manera embestida y de repente se planta y se mueve sutil cual caballo de paso.
Sin embargo, la fragilidad está ahí, mínima y temerosa. Introvertida y serena.
Triste y acongojada
Ensimismada y con pena.
Y se protege.
Busca una ectosimbiosis extrema con la dureza, a fin de no ser escudriñada.
La dureza está ahí, dando la cara, poniendo el nombre y la fragilidad está detrás, cubriéndose con la coraza superpuesta.
Pero sigue siendo débil, es su naturaleza y no cambia per se, sino que se transforma. No, la transforma cada uno desde su individualidad.
No es un trabajo fácil, ni rápido, pero es provechoso una vez se logra.
Avanza y avanza transformando tu fragilidad.