Amé tu nombre desde el primer momento.
Lo amé como te he amado a ti.
De niña a mujer.
Ya no usé más las dos sílabas que nombraban a esa nena extrovertida y risueña, serías mi dueña.
Y dueña de ese encanto que cautiva y que se ha perpetuado en ti, pero que vive hoy en mí.
Hubo de pasar muchas lunas y miradas furtivas, hasta que la noche nos tendió una celada,
y en medio de vidrios empañados, una caricia enamorada y un beso sin reproche, tu nombre cambió aquella noche.
Y te llamé con las tres primeras letras de tus dos nombres, se unieron para mí, se prendieron a mi corazón y aún hoy, te nombro en la soledad de la noche así.
Así te llamé en el silencio y el temblor que nos produjo la roca y el mar, así te susurré loco de amor a la luz de la luna.
Quisiste llamarte Lucía por esa bella historia de amor, te llamé Gloria por ese secreto de amor.
Lola nos sirvió para amarnos entre polvo de estrellas, entre lunares y besos usados, entre fuentes de agua caliente y con ese deseo loco de tener algo contigo.
Te llamé de tantas formas entre mi delirio y tu frenesí, pero de cualquier forma que te llame, serás ese amor furtivo, ese amor en secreto que vivirá al descubierto en mi corazón.
Seguiré encontrando nombres para recrearte en mi mente y soñarme enredado en tu cuerpo derretidos de pasión, borrachos de amor.
Hoy te quiero llamar:
Malena.