No te salvará
siquiera la agonía de Cristo.
Ni el veneno suicida de Sócrates.
Materia eres,
y tiempo herrumbroso,
del amor a una Sombra
que escapa fugitiva
entre añiles crepúsculos.
No te salvará la marea
que te golpea furiosa
en su Mitología de Sangre,
buscando empecinado,
la ola que regresa incesante
a la arena seca.
Ni siquiera el canto
de una plateada Sirena
que te murmura, contrita,
una plegaria añeja.
No te salvará aquel sueño
que te juzga
sin Piedades.
Quizás, pueda el añorado
bronce de tus versos
escrito en ideogramas
y lenguas extrañas, disímiles.
Aunque un rayo liviano de sol
pase candente por tu alma y cuerpo,
e intentes perdido,
buscar aquella palabra precisa.
Un apagado y torvo Espejo,
de tu imagen rasgada
y envuelta en blancos velos
podría salvar
el enigma del sabor de tu Vida.
En sones, cadencias del Universo
que amo..
Quisiera salvar
el sabor de la Vida Primera,
(en esta aurora que atardece en cristales)
de tu Nombre,
todavía Ignorado,
mil veces Presentido,
(embriagado de versos y silencios).