Discúlpenme hijos míos
por mis actitudes y respuestas
violentas y agresivas
que van sembrando
en sus frágiles sembrados
de conciencia
semillas indebidas,
so pretexto de educar
con valores encumbrados.
Perdónenme por mi incapacidad
de control de estos
ímpetus vapores
emanados del fondo
ignoto de mi bestial
condición no domeñada.
Me acuso culpable
de lo mal que desempeño
mi trascendental
función de padre humano,
pretendiendo moldear a garrotazos
a mis lindas criaturas
despertadas de los sueños
anidados en nuestros febriles genitales.
Me reconozco padre incompetente
incapaz del control
del navío azotado
por tormentas de emociones,
padre irresponsable,
inconsciente del valioso
material que esta moldeando;
padre cobarde
cuando se iguala con la
debilidad inocente
de sus propios hijos.
Perdóneme también
(Esto es lo más triste)
si de aquí en adelante
no sirven de nada
estos sinceros golpes
de pecho arrepentido
después de que el tiempo,
los halagos lisonjeros,
y el veneno cotidiano de la prisa
se los lleve hacia el olvido.