Una mezcla de pasión, marinería y socialismo,
junto a epicúreos placeres cotidianos,
me condujo al paraíso de los solitarios
donde vivo, entre los páramos de la memoria
y los valles ardientes del olvido.
Sobre mi barca, repleta de posibilidades,
zarpé seguro por la mar bravía
para escapar de la canalla y su bullicio.
Bajo cielos de aire fresco, y más serenos,
hoy aspiran, distendidos, mis pulmones
la energía de la vida y del amor.
Los años me dieron el silencio,
la paz interior, la dulce estancia:
Adiós guerras, competencias, egoísmos;
bienvenida la muerte cuando llegue.
Sabiendo que la nada es inefable,
sostengo, sin embargo,
que somos nada venidos de la nada
y es bueno retornar a ella,
donde nada pertenece a nada
y nada perturba nuestro sueño
con sus trotes oscuros y torcidos.