SVART TULIPAN.
Se le veía cortando flores. A la niña, a la dulce y animada niña del bosque, la hallabas cortando flores: algunas eran violetas, otras rosas, puras y frescas, pero era un tulipán negro aquel que le daba vueltas.
La niña no iba a ser flor. Jamás creyó en la cascada, pero sí en el río sin sol y en esa flor que anhelaba como un secreto mayor. La niña no iba a ser flor, pero sí el tulipán sería su única flor en flor.
A veces le sonreía al sueño de ser princesa, de ser, entre flores nuevas, la más enorme belleza. A veces era tan bella, tan bella como la luna, que el mundo se traslucía en esa luz que te inunda.
Tal vez era poesía, un verso de viento andante, de tanto rayo del día, de tanta luz al instante.
La niña no iba a ser flor. No iba por la alborada buscando su tulipán. Se iba en noche nevada a ver su gran amor, a ver a quien era magia del máximo hechizador.
A veces le sonreía al sueño de ser princesa, de ser, en las hojas secas, la más enorme belleza. A veces era tan bella, tan bella como la luna, que el mundo se traslucía en esa luz que te inunda.
Tal vez era poesía, un verso del eco al aire, de tanto rayo del día, de tanta luz al instante.
La niña no iba a ser flor. No iba por la alborada buscando su tulipán. Se iba en noche nevada a ver su gran amor, a ver a quien era magia del máximo hechizador.
A Alina, hija de Claudia Jara.