Alexandra L

Campiña

En esa brisa sutil
que recorre los caminos
se levantan remolinos
en las tardes calurosas

Las palmeras hacendosas
abanican las veredas
y murmuran las cañadas
en la frondosa arboleda.

La sabana es pura seda
de vivo verde esmeralda
salpicada por yagrumas y
embrujadas siguarayas.

Hay un fondo sofocante
en ese sol que castiga
al rayar el medio día
mientras las horas avanzan.

Se detiene la labranza,
buscando el fresco remanso
en las márgenes del río
donde perfuman los nardos.

La suave brisa alivia
la exuberante arboleda
frutas maduras esperan
por las bocas que suspiran.

Mangos, guayaba olorosa,
y un extenso manzanal
que bordean el platanal
plenos de frutos dorados.

A lo lejos en el llano
camina el sol ardoroso
crujen carretas y arados
junto al andar fatigoso.

Corre el sudor por la frente
en causes profundizados
por el paso de los años
en su castigada piel.

Regreso al atardecer
por los rojizos caminos
cuando el  sol parte rendido
Y asoma el anochecer.