He caído en los escombros
dónde estaba encadenada de mis tobillos.
La madruga del martes arranqué mi alma de mi cuerpo.
Llego mi amiga a recogerme (siempre ha estado cerca mío)
deslizándome al tobogán de la muerte,
cayendo sobre huesos, vísceras y tripas de mis ancestros
calcinados en las llamas del inframundo.
Hago la danza del vientre sobre la tierra de los cadáveres,
mientras en mis piernas comienza a trepar el fuego,
que me detiene el movimiento.
Dejando mi corazón pulverizado,
que ahora solo quedan los rescoldos en la urna de la habitación de luzbel.