alupego (Ángel L. Pérez)

LA MONEDA AL AIRE

 

Lanzó la moneda al aire,
pero de canto quedó.
Enfrentadas cara y cruz,
mirándose se quedaron.
Para llegar a un acuerdo,
entre lo negro y lo blanco.

Si el viento supiera,
dividir la herencia.
Con la daga de aire,
cortaría las cuerdas.
Que tensan el odio,
como una ballesta.
Y de un solo tajo,
a diestra y siniestra.
Sajaría las vallas,
de la soez frontera.

El amor divide,
pero no detesta.
Divide la vida.
De varias maneras.
Para unirlas luego,
como una amalgama,
de bellas quimeras.
Que a veces son una,
y otras veces muestras,
de un tenaz olvido,
que embebe su esencia.

Roza el beso náufrago,
buscando una piel,
que acepte su amago,
y después fundirlo,
como un suave bálsamo.
Dividiendo el mundo,
como un calendario.
Que dicta las pautas,
que apresa lo diáfano.
Y las dos mitades,
que parecen manos.
Abrazan los pétalos,
que se han deshojado.

La moneda vuela,
como un grácil pájaro.
Sin saber a donde,
posará sus lados.
La suerte está echada,
dicen los ancianos.
Pero el viento sopla,
como en arrebato.
Y al ver la moneda,
flotando, flotando.
Se congela el tiempo,
para darle pábulo.

La suerte está echada,
repiten los álamos.
Que agitados gritan,
como pobres náufragos.
Mientras se deshojan,
sus perlados párpados.
Como marionetas,
que caen boca abajo.
Y la espalda enseñan,
al mundo ignorando.

El día divide,
los pesados fardos.
A.L.
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