A quién no le va a gustar cerrar
los ojos y pensar sin más
que al despertar todo fue un sueño,
un simple viaje al desconocido
laberinto del amor que acentúa su andar
por cada rincón de los salones oscuros.
A quién, sino a ti o a mí;
aquellos simples mortales,
los navegantes perdidos en el mar del olvido
que rogamos impasibles el milagro de Dios,
implorándole su divina intervención.
Señor, señor, por qué me has abandonado,
gritas y te arrojas al mar pretendiendo
en el tiempo evocar grandiosas batallas;
pero el cansancio siempre arremete.
¿Sabes lo que pienso o lo que me gustaría?,
cerrar mis ojos cansados para seguir soñando.