Gemido
nacido entre el pecho
y la garganta.
Soplo del Viento del Norte
que ahueca las miradas
en penumbras,
sofocadas,
en aquel
sólido cuarto enmohecido,
por los años.
Un te quiero
y el deseo ardiente
que me estremece,
solitario,
y se torna
en imprevisto
llanto.
El instinto primitivo
y el amor
que nos unía
añora tu cuerpo,
tu boca
desgajada en mieles y
palabras de amor y
tus manos frágiles
y blancas.
A la sombra del primer
Jacarandá
de este noviembre,
que se inaugura
somnoliento
pleno de flores celestes
susurraré en silencio
tu Nombre
ya olvidado,
tan sólo una vez…
(como antaño).