Hoy después de mucho tiempo sentí cómo la eternidad se desvanecía ante mis ojos, como fuertes ráfagas de viento se alejaban en el sentido del ayer. Hoy que vuelvo a ver a mi segundo amor las ganas de volver a sentirla me invadieron, quise volver a acariciar su dulce y sutil rocío, que me bañara y ahogara en un inmenso mar de felicidad, y que me hundiera, en las fuertes olas del retorno, cruel y efímero retorno que pronto acabaría. Sabía que ella no es de demorar mucho, su presencia es una rareza, pero esa cualidad exótica hace que al verla me haga sentir lo mismo, incluso más cosas que la primera vez, no creo dejar de amarla, y tampoco quiero, sé que nunca olvidamos nuestro primer amor, pero yo no soy el caso, yo no te olvidaré a ti. Me gustó haber experimentado de nuevo el delicioso placer que me brinda tu compañía, cómo nuestros cuerpos se unen y me hacen desear no salir de esa fusión, grisácea amalgama de mi oscura tristeza y tu clara felicidad, daría lo que fuera por verte, por tenerte todos los días, por saludarte muy tiernamente cada mañana y llenar de celos al sol.
Daría lo que fuera por haberte tenido cuando más lo necesité, digno deseo de un personaje cualquiera en una película de ambiente sombrío, pero yo, con esa sombra que no cubre mi exterior sino mi interior, hubiera deseado que crearas tu arcoíris en mí, yo no quería una olla de oro, sólo te quería a ti, y si me dejabas todos esos colores de recuerdo estoy seguro que ese recuerdo, cruel y despiadado asesino, hubiera sido un dulce castigo, castigo que recibiría con ansias, con una profunda felicidad.
Ahora que salgo a la calle y miro al cielo, miro la luna, miro las estrellas y no estás, tampoco te hallo en las flores, a las cuales bañas con tu inmensa cualidad de dar vida, busco en cada cosa hermosa y divina de este mundo terrenal y no te hallo ¿Y si me das una pista? Siempre me dices que mire al cielo, pero no estás, sé lo que me dijiste, que quizá no seas tú en ese momento pero volverás, pero ¿Cuándo? Al ver esas imitaciones de ti, esas versiones inanimadas, dichosas de creerse tú, sólo me da una profunda melancolía, me duele saber que me veo a mí mismo, que esas imitaciones imitan a mi imaginación, yo les doy vida, por eso me gusta pensar que también te la doy a ti, que vives en mí, pero tonto soy con semejante locura, tú eres quien me da vida, yo soy quien vive en ti.
Quizá tú no lo entiendas, quizá nadie más lo haga, pero yo lo entiendo, y aunque me causes daño con cada roce con mi piel, estoy dispuesto a corroer mi ser, a destruirme poco a poco desde adentro si tengo la dicha de tenerte conmigo. Y aunque es un vano deseo quisiera que fueras sólo mía, quizá no todos te desean, pero vives en todos, me aterra la idea de ser reemplazable para ti, de no ser único, de que al momento de mi partida puedas desahogarte en alguien más, quisiera ser eterno como tú, quisiera poder tocarte desde tu llegada hasta tu partida, y no importa el tiempo, te esperaría ansioso tal de caer en tus brazos y hundirme en lo más profundo de ti. Quizá no lo creas pero yo también puedo crearte, quizá no de la misma forma, quizá no igual de perfecta, pero puedo, con un recuerdo triste, una agonía, o con un sufrimiento te doy vida, y al ver cómo te desvaneces lentamente humedeciendo mis mejillas me ayudas, me liberas, me haces sentir un orgulloso creador, un sentimiento poco usual cuando no se logra crear lo que se propone, más algo tan perfecto como tú.
-08/04/2017