Cansado está el Álamo, sudado,
viejo
con palas ardientes en la cabeza alargada
que llega al cielo de los diamantes
donde góticas moscas cabalgan sin voces
en centauros bohemios con las patas de oro y las crines doradas cubiertas de hilachas y de pelusas , de líquenes que sin suspirar vivían sorprendidos de sus pesadillas.
A veces se sometian a radiografías aglomerantes en hospitales negros en la copa del árbol de lodo acariciando maletas circulares con paños mojados para los eternos bebés del Inframundo que arden en fiebre y comen ranas al anochecer;tomados de la mano de lunas caucásicas y vírgenes parteras monjas con dedos de pan húmedo y monederos abultados de ira.
Para tentar al demonio azul que muerde el ojo dimituto de la pancora ancestral, cuya tenaza abre los portales cósmicos en las nubes del desierto sobre el cielo, bajo la primera capa de arena desprendida, como una tela en las manos del mono triste hecha con la mica del mundo y la resina playera del más acá.