Confieso que he pecado
porque nunca seguí los protocolos,
porque preferí los fondos a las formas,
porque soy políticamente incorrecto.
Confieso que he pecado
porque sigo creyendo en el hombre
y confiando en los hombres,
porque no tengo callos en el alma
ni pelos en la lengua.
Confieso que he pecado
porque prefiero a la clase de tropa
que a la tropa con clase
que no tiene clase alguna,
porque aún me enternece el sufrimiento,
porque aún nado sin guardar la ropa.
Pero no me pidáis que me arrepienta
ni que sienta dolor de mis pecados
ni propósito de enmendar mis yerros
ni que cumpla penitencia alguna.
Seguiré pecador empedernido
quebrando cuanto mandamiento
considere injusto,
desafiando dogmas
y burlando credos.
Y aunque amenaces con el infierno eterno,
prefiero entrar cabeza alta en el averno
que mudo y cabizbajo en el Edén baldío.