Adolfo Rodríguez

Las primeras consecuencias de quererte…

Las primeras Consecuencias

de quererte, hoy son:

las alas que me crecen en los ojos,

para poder acompañarte en vuelo

y a la velocidad de tu Luz,

la imaginación desbordada

en las yemas de mis dedos,

inquietas inventoras de caricias

que se mueren por besarte a cada instante

y por todos tus confines.

 

La luna que florece en mi sonrisa,

al influjo de la roja marejada,

que provoca el vaivén de tus caderas,

la locura de las letras, que se Agolpan a tu paso

y se rebelan en poemas y canciones,

que revelan el “clarilunio” en tu mirada.

Esta alegría nueva, con que

los pájaros me cantan por las mañanas,

Un dulce durazno aurora en cada amanecer,

el rojo inflamable de las tardes, todas.

 

Todos los nuevos colores

que me inundan las estrofas

y trastocan mis vocablos,

cualquier nuevo sentido

que le encuentro a cada beso,

todas estas nuevas palabras,

que describe el Diccionario

que me Invento con tu Aliento,

la lengua materna del país

en las fronteras de tu cuerpo…

 

Las primeras consecuencias

de quererte, vienen siendo, al día de hoy:

la primavera eterna en el jardín

de mi morada y en los parques de mi barrio,

la suavidad con que el viento recoge tus palabras

y Anida mis oídos con ellas y con tus risas,

este rumor de mariposas desbocadas,

que me espanta el hambre, los apetitos,

el hormigueo de estampida

que me corre por las venas.

 

Estas ganas de vivir, de revivir,

de acelerar y darte alcance,

de clausurar todas mis salidas de emergencia.

Estas ganas inéditas, incluso por bailar,

por aprender de Nuevo a saltar sin redes,

a dar piruetas sobre cualquier colchón, y divertirme.

Estas ganas de ser hereje o ser converso,

según el humor con que despiertan tus milagros,

de rezar o blasfemar en tu nombre y por ti,

estas ganas de ser verdad y de besarte.

 

Las postales, como fotos de algún viaje

de verano en espiral, en las charlas de tu infancia,

el otoño inolvidable que te trajo hasta mi vida,

los tres inviernos sin deshielo que he pasado

navegando tus comarcas y paisajes,

esculpiendo de memoria tu perfil,

tu carnal orografía y los torrentes

de tu apasionada hidrografía

dibujados en el Atlas geográfico

del planeta de tu cuerpo

 

Las primeras consecuencias

de quererte, son de tal manera,

que has devuelto a casa

un niño con Kilómetros de ausencia

y a los ojos de su Madre la alegría,

has traído de regreso la maravilla

del Asombro de inocencia

y la tenaz terneza, colectora

de toda la dulzura esparcida

en el néctar de las flores.

 

La blanca estela de pétalos que me persigue,

margaritas condenadas al desfolio

cuyo único delito es no poder decidir

si tú me quieres o si nunca me has querido.

El Rojo río que alfombra mi camino,

con pétalos de rosas deshojadas

cuyo único pecado es el no poder adivinar

si algún día me querrás.

Pétalos de girasoles que mullen mi nostalgia

en el lecho en que te sueño…

 

Flores que hacen girar al Sol,

en oníricos planetas, poblados

de tan fantásticas criaturas,

que En sueños me regalan con sus dones

el poder de consumir las madrugadas

hundido en un solo pensamiento,

catalogando las constelaciones,

mapeando Nebulosas y galaxias,

en la cartografía celestial

del universo de tu cuerpo.