Las primeras Consecuencias
de quererte, hoy son:
las alas que me crecen en los ojos,
para poder acompañarte en vuelo
y a la velocidad de tu Luz,
la imaginación desbordada
en las yemas de mis dedos,
inquietas inventoras de caricias
que se mueren por besarte a cada instante
y por todos tus confines.
La luna que florece en mi sonrisa,
al influjo de la roja marejada,
que provoca el vaivén de tus caderas,
la locura de las letras, que se Agolpan a tu paso
y se rebelan en poemas y canciones,
que revelan el “clarilunio” en tu mirada.
Esta alegría nueva, con que
los pájaros me cantan por las mañanas,
Un dulce durazno aurora en cada amanecer,
el rojo inflamable de las tardes, todas.
Todos los nuevos colores
que me inundan las estrofas
y trastocan mis vocablos,
cualquier nuevo sentido
que le encuentro a cada beso,
todas estas nuevas palabras,
que describe el Diccionario
que me Invento con tu Aliento,
la lengua materna del país
en las fronteras de tu cuerpo…
Las primeras consecuencias
de quererte, vienen siendo, al día de hoy:
la primavera eterna en el jardín
de mi morada y en los parques de mi barrio,
la suavidad con que el viento recoge tus palabras
y Anida mis oídos con ellas y con tus risas,
este rumor de mariposas desbocadas,
que me espanta el hambre, los apetitos,
el hormigueo de estampida
que me corre por las venas.
Estas ganas de vivir, de revivir,
de acelerar y darte alcance,
de clausurar todas mis salidas de emergencia.
Estas ganas inéditas, incluso por bailar,
por aprender de Nuevo a saltar sin redes,
a dar piruetas sobre cualquier colchón, y divertirme.
Estas ganas de ser hereje o ser converso,
según el humor con que despiertan tus milagros,
de rezar o blasfemar en tu nombre y por ti,
estas ganas de ser verdad y de besarte.
Las postales, como fotos de algún viaje
de verano en espiral, en las charlas de tu infancia,
el otoño inolvidable que te trajo hasta mi vida,
los tres inviernos sin deshielo que he pasado
navegando tus comarcas y paisajes,
esculpiendo de memoria tu perfil,
tu carnal orografía y los torrentes
de tu apasionada hidrografía
dibujados en el Atlas geográfico
del planeta de tu cuerpo
Las primeras consecuencias
de quererte, son de tal manera,
que has devuelto a casa
un niño con Kilómetros de ausencia
y a los ojos de su Madre la alegría,
has traído de regreso la maravilla
del Asombro de inocencia
y la tenaz terneza, colectora
de toda la dulzura esparcida
en el néctar de las flores.
La blanca estela de pétalos que me persigue,
margaritas condenadas al desfolio
cuyo único delito es no poder decidir
si tú me quieres o si nunca me has querido.
El Rojo río que alfombra mi camino,
con pétalos de rosas deshojadas
cuyo único pecado es el no poder adivinar
si algún día me querrás.
Pétalos de girasoles que mullen mi nostalgia
en el lecho en que te sueño…
Flores que hacen girar al Sol,
en oníricos planetas, poblados
de tan fantásticas criaturas,
que En sueños me regalan con sus dones
el poder de consumir las madrugadas
hundido en un solo pensamiento,
catalogando las constelaciones,
mapeando Nebulosas y galaxias,
en la cartografía celestial
del universo de tu cuerpo.