Walter Quiroz Bustamante

BLANCA DE COLOR TRIGEÑA

 En lo mejor de mis álgidos recuerdos,

en algún lugar de mi vida pasajera;

existe un jardín de alicientes flores:

Que destilan aromas que embelesan

y un bálsamo impregnado en amores.

 

En ese exótico vergel de delicias marcadas,

fui presa del aroma y del cáliz de tus pétalos.

Tierna flor de mirada insipiente seductora,

de sonrisa simulada y de ternura elocuente.

Presaste mi vida a recordarte a cada hora.

Cautivo de tus ojos, de tu voz y tu mirar,

De tu frágil cabellera ensortijada.

Tiernos labios rojos que disipan al hablar:

La dulzura de tu ser y  la belleza de tu alma delicada.

Forjaron en mi pobre ser: el deseo eterno de amar.

 

“Niña” aún!, Mi alma quedo cautiva,

desfallece en argumentos, de verte y no tenerte

amándote en silencio y tenerte en mis recuerdos.

Disfrutar de tu sonrisa, tu mirada envolvente,

Juguetear con tu cabello y contemplar tu rostro ausente.

 

 

Lo dulce de tu mirar, tu sonrisa sin igual,

en mis recuerdos impregnados están

persiguiéndome en el tiempo como dulce mal;

decido esperarte, con ansioso afán

y mirarte feliz, cautivo hasta el final.

 

Te quedaste en mis recuerdos con tu figura encarnada,

tus lápices y cuadernos de una inocente colegiala

y los miles de atributos que dan: encanto a tu nombre

que yo llevó imborrables y mi alma los inhala,

escritas en mis versos y en mis cantos sin nombre.

 

Blanca flor primaveral de capullo no casual,

con pétalos de suave aroma de trigueña piel.

Embriágame con el néctar de tu nombre sensual;

Enciérrame con el cáliz de tu miel,

Para poder en tu oído cantar:

¡Blanca de color trigueña!, una flor tan especial.

 

Talvez mi delirio el tiempo lo opaque,

mis recuerdos al fin un epitafio lo apague,

tu sonrisa, tu mirar y tu bello ser:

Vivirá eterno en los versos del recuerdo.

Blanca, de color trigueña un recuerdo inmortal.