Verano Brisas

EL HOMBRE QUE VIVIÓ EN EL MAR

Aquella noche el viejo Saunderson

no tuvo en quién desalojar su furia,

mientras el viento del Este, taciturno,

traía de la vasta inmensidad

el ronco sonido de las marejadas.

 

Todo era deslumbrante para el ansioso joven:

la charla de los tripulantes,

el alquitrán y la estopa,

el crujido de las jarcias,

el graznar de las gaviotas.

 

Con el romántico nombre de Freelove,

su primer buque fue un destartalado carbonero

pesado y bullicioso: Nueva Zelanda – Hawai –

Australia – Estrecho de Bering – Terranova –

Buena Esperanza – Nueva Caledonia – Tahití...

Casi todo el Pacífico y parte del Atlántico,

entre muchos otros lugares,

dieron testimonio de su tenacidad

como viajero incansable,

matemático y astrónomo.

 

Refutó la existencia de míticos países

y supuestos pasadizos

indicados en los mapas de la época.

Los astros se unieron a su rumbo,

cuando Venus cruzó el disco del Sol

el 3 de junio de 1769,

suceso irrepetible en lo restante del siglo.

 

Aprendió a conocer el carácter de los hombres

y el trabajo encalleció su cuerpo

pero no su corazón.

Practicó la honradez,

las buenas maneras y los altos ideales.

 

Como grumete su vida fue muy dura.

Luego pasó a ser marinero,

después contramaestre y finalmente capitán.

 

Años más tarde, cuando arreció la tormenta

destruyendo mástiles y haciendo trizas las velas,

los nativos aprendieron que su dios era mortal.

Su cúter fue robado para sacarle los clavos,

en tanto el brujo de la tribu

declaraba el distrito como un extenso tabú.

 

En medio de estampidos de cañones

y atrapado entre lanzas y flechazos,

el gran navegante sucumbió.

Los sobrevivientes arrojaron sus restos

al sitio por él denominado:

Las oscuras profundidades de mi hogar.