El cielo se tiñe de negro,
aquéllos pañuelos naranjas, con excusas baratas
alzan sus rifles en contra de su propio pueblo.
Desde las afueras se ve el humo,
que va creciendo rápidamente desde el centro de la ciudad.
Afuera los monstruos de metal,
los hombres engañados
dominaban las calles imponiendo una falsa superioridad.
Adentro, los jóvenes fieles, el compañero presidente,
la mujer inocente.
La AK-47 ruge y
desde las alturas
escupe contra los verdaderos traidores.
Al parecer, en el norte el ego y el deseo de poder
hicieron que no pudieran soportar el triunfo de la libertad,
el triunfo de la gente.
No soportaron una nación libre que se negó a besar sus culos
y a ser su patio trasero.
El metal tranquilo de tu voz, doctor,
compañero,
nunca podrá ser acallado.
Lamentablemente ya no hay valientes,
y el papel verde tiró abajo todo aquéllo
que los valientes lograron, cual muro de Berlín.